viernes, 18 de febrero de 2011

168. VALLECASCOTES (II). DARSE EL MOCO

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La segunda parada de nuestro recorrido por el valle la hacemos en el moco. El verde, se dice, es el color de la naturaleza, del ecologismo, pero también de los mocos. Y lo que está claro en este caso es que el creador de un edificio así se dio el moco. El bloque en cuestión está en la calle que más pinta de calle tiene en todo el PAU, por lo que el mocazo aún destaca más. Es como si lo llevaras puesto en medio del jersey.

El truco del moco es que las contraventanas estén forradas del mismo material verdoso que los paramentos de fachada y que la disposición de las mismas tenga esa gracia orgánica de caer en cualquier parte y tener cualquier tamaño. Tal que así:


Claro que al llegar a planta baja, nada de residuos orgánicos no sea que vayamos a ablandar la vida en la acera. Chapa y rugosa. (al paso ir tomando nota de los bolardos y coches)


Certificamos una vez más que en materia de generosidad creativa, los arquitectos artistas no se cortan un pelo. La barandilla-puerta es como una escultura digna de un museo de arte contemporáneo, aunque encontrar en ella el paso y la cerradura ya es otra cosa (la clave está en dar con el muelle de cierre situado en la parte superior):


Aunque para moco de pavo, el barrio de buzones a distintos niveles organizado en el portal:


Alrededor del moco singular la vulgaridad coge otro tono, como más entendible, si bien los arquitectos urbanizadores siguen teniendo grandes dificultades a la hora de pensar qué poner en tan grandes espacios entre bloques.


Uno de los grandes problemas de los mocos es su tamaño. A pequeña escala, en escorzo, son soportables, pero un moco gigantesco es un pesadilla. Y con el suelo de albero y los niños jugando alrededor se lleva a matar:


En el bloque que está detrás del supermoco hay como unos soportales que dan a ese gran espacio, pero están vallados. No es una stoa, no son para protegerse de la lluvia o del sol: es una invención singular para colocar la rampa de garaje:


Justo en línea con el anterior, el arquitecto siguiente ha elegido unas tradicionales rejas Madrid cañí para las plantas bajas:


Por entre el moco, los soportales rampa y las rejas cañí, está la urbanización de bolardos que no siempre acierta a organizar los coches. En el paramal de baldosas el alcorque pone una nota de color verde. Y la farmacia también, pues no en vano... es a ella a donde vamos cuando tenemos mocos.

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