martes, 9 de septiembre de 2014

292. VELEZ-MALAGA, Málaga, España



Caigo por casualidad en Vélez-Málaga, pueblón malagueño que celebra mucho que Cervantes lo citara en alguna de sus novelas menores por aquello de que se debió de alojar allí cuando fue recaudador de Hacienda (vaya trabajos que se buscaba). De haberse alojado ahora, digo yo si no lo hubiera sacado también en las aventuras del Caballero de la Triste Figura contra los Gigantes porque la foto de arriba anima mucho a entrar en batalla o a dejarte la figura entristecida de por vida.


Tampoco tropezaría Cervantes con esta manera de desordenar las calles que lo mismo podemos encontrar en Vélez-Málaga que en el centro de Madrid, porque la estupidez no está acotada y se propaga con la facilidad de un virus.


E igual de veloz se propaga la arquitectura de los arquitectos, que del Borgo Ticino llegó a Vélez-Málaga antes de que los lugareños se pudieran enterar de su origen y procedencia.


Para el Museo del Exilio su arquitecto optó por un tipo de ventana inspirado en los cómics de ciencia ficción ...¿o son mirillas para otear los países a exiliarse?


Los arquitectos restauradores de la Alcazaba debieron de estar en algunas de las Jornadas sobre Rehabilitación que se celebran en La Rioja porque no de otra manera se entiende esa barandilla circular en acero inoxidable que le han puesto al moro muza para que no se caiga.


Mutatis mutandi, con el mismo saldo de farolas fernandinas les dio para iluminar este otra plaza dura:


Y hablando de iluminación, véase la que tuvo este otro arquitecto a la hora de fantasear con la fachada de esta casa:


Como lo blanco es vulgar, el párroco de la localidad se ha pintado la iglesia de amarillo, se ha atrincherado tras una reja firmada sutilemente por SJ (¿o estará dedicada la iglesia a San Jenaro?) y se ha puesto una placa en la puerta para que sepamos con quien nos las tenemos que ver. Una puerta de chapa de máxima seguridad y una extraña bajante completan el conjunto.


Que conste que no soy recaudador de Hacienda y que solo pasaba por casualidad. Pero viajar por España es tan agradecido que hasta en el pueblo más apartado te encuentras aventuras con las que honrar a tu simpar Dulcinea. Ale, vayan todos a postrarse ante su belleza y a decir que se arrepienten de sus fechorías.