jueves, 19 de noviembre de 2015

354. ARQUITECTURA ENTERRADA



En su infinita modestia, los arquitectos de comienzos del siglo XXI pensaron que lo mejor que le podía suceder a la arquitectura es que no se viera.


Y la enterraron. No porque estuviese muerta, no, que aún tenía que dar de comer a muchos arquitectos, sino por humildad. Y porque hubiese muchos más parques en la ciudad. Así, por ejemplo, la estación de autobuses de Pamplona que en las dos imágenes precedentes vemos en obra y acabada. O renderizada, que es parecido y nunca se sabe.


Los lectores de Cascotes recordarán que los comienzos del movimiento enterrador son de finales del siglo XX, y que una de las obras de referencia fue la Biblioteca Universitaria de Delft de los arquitectos Mecanoo.


El soterramiento del tren en Logroño inspiró también el soterramiento de la propia estación, de modo que sobre el tren y la estación apareciese el verde tan deseado.


Acaso con un poco más de albero por ser lugar mediterráneo y porque en Logroño no se lleva tanto lo de echarse sobre la hierba.


Por supuesto, toda bodega que se precie ha de construirse de ahora en adelante, enterrada. No sólo sus calados, que por motivos de temperatura, siempre lo fueron. Por encima de la cota cero se permitirá que asomen los edificios representativos, pero poco. Modélica y ejemplar, la bodega más grande de la Rioja, Juan Alcorta (antigua Campoviejo) se ve así de pequeña:


Como en Murcia no crece el césped pero también tienen derecho a enterrar la arquitectura, han pintado encima mapamundis y habichuelas de colores, pero la idea es la misma sólo que con libros en vez de vinos.


Son arquitecturas para lucirse desde el avión, por lo que de no tener un rascacielos cerca, las fotos para las revistas salen un poco más caras.


De todos es sabido que antes de emerger a la superficie, el hombre habitó en cuevas, así que lo de enterrar las casas podría tratarse de una regresión al neanderthal, noticia que también coloca a Suiza en el mapa. La diferencia entre el neanderthal originario y el del siglo XXI está en la valla de protección anticaída. Tengo verdadera curiosidad por saber dónde aparca el coche esta familia suiza, pero seguro que también es bajo tierra. Lo de enterrar los coches ha ido muy por delante de las casas, bodegas, bibliotecas y estaciones de tren. Bueno, y balnearios, que esta casa está en Vals y allí Zumthor también trató de esconder el suyo bajo tierra.


Eso sí, nunca hay que acercarse a las florecillas que crecen en el césped de estas arquitecturas enterradas no vayas a pensar en alguna mutación transgénica:


En Torino, ciudad de larga tradición en ideas para las cubiertas, han logrado meter todo un parque tecnológico bajo césped, con lo que en caso de guerra y de bombardeos aéreos, despistará mucho a la aviación enemiga. Habría que pintar de verde las fachadas y no abusar de las claraboyas, pero no es cosa de andar pensando ahora en antiguos cazabombarderos. Lo importante es venderlo como parque. Parque tecnológico, dicen. O ecológico.