jueves, 7 de enero de 2016

365. MUÉRETE Y VERÁS



Cuando Nikolaus Pevsner se puso a escribir su famosa Historia de las Tipologías Arquitectónicas aún no se había inventado que el tránsito entre la vida y el cementerio ha de pasar por un edificio eminentemente simbólico donde se produzca el duelo y la despedida.


Sin un referente teórico de la altura del mencionado tratado, se entienden las dificultades a las que se enfrentan tanto los clientes como los arquitectos a la hora de tomar decisiones sobre la forma, los colores o la simbología de semejante tipo de edificios.


Como todas las navidades me entran ganas de morir, para engañar a la parca se me ocurrió este año echar un vistazo a algunos de los edificios por los que tendría que pasar de no caer cerca de casa -que sería lo lógico en estas fechas tan hogareñas.


Y el resultado ha sido concluyente: cascotes ha decidido vivir un año más.


El problema es que este primer post del año va a tener dimensiones épicas.  La riqueza de formas, colores, jardinerías, rótulos y símbolos de todo tipo, es de tal magnitud que no sé si saldré vivo del empeño.


En un principio, y como yo no soy Pevsner, intenté hacer una clasificación estilística, que no tipológica, y llegué a la conclusión de que morirse es algo muy clásico por lo que las columnas, frontones, fuentes, farolas y todas esas cosas del repertorio clásico van muy bien con el movimiento de sepelios.


Luego me percaté de que los santos y los arcos también iban bien con la muerte aunque enseguida me di cuenta de que quien acompañaba al muerto no era la arquitectura sino empresas o marcas con nombre propio.


Este Antonio Alvarez, por ejemplo, de Avila (AAA) se ha pasado un pelín.


Como Mémora es más abstracto, han apostado por una arquitectura más abstracta, pero como tanta abstracción podría abstraer excesivamente a los clientes, los empresarios han salido a la puerta a saludar.


Cuando la abstracción corre a cargo de una institución pública, en vez de una empresa es la propia corporación municipal la que te recibe como si se tratara de la inauguración de una rotonda.


Pero no se me pierdan en detalles de lesa humanidad y volvamos al análisis arquitectónico marca de la casa para darnos cuenta rápidamente de que la muerte ya no pega tanto con lo clásico y que su estilo definitivo acaso sea el cubarra.



Soria, que ya es ciudad minimalista por definición, puede ser a partir de ahora el paradigma de la tipología de tanatorio cubo:


Aunque con una evidente concesión en la duplicidad del rótulo, motivada, como es de imaginar, para que el muerto pueda leerlo desde su posición horizontal.


Los esfuerzos tipográficos y decorativos a veces resultan confusos, pero qué no es confuso en torno a la muerte. Este Tanatorio de Cuenca parece diseñado para montañeros muertos en actos de servicio. Mientras, las letras de este otro apuntan hacia algo más tenebroso.:


Con todo, lo que prima es la claridad del rótulo, no sea que los confundan con algún Centro de Salud:



Si se abusa del blanco, es conveniente poner algún ciprés alrededor para que nos vayamos haciendo a la idea. Y si queda muy cúbico o muy mínimal, las faloras de muchos brazos adornan mucho y bien. 


Este siguiente tanatorio ubicado en Veguellina de Orbigo ha tratado de combinar el clasicismo de la entrada con el estilo cubarra de la esquina, y como el mensaje no quedaba claro, se ha optado igualmente por insertar jardinería de cipreses. 


Algunos diseñadores se arriesgan al uso del blanco y a no poner cipreses, pero entonces es necesario echar mano de una tipografía contundente y de las connotaciones empresariales (o industriales) del evento.




Este de Getxo parece un concesionario de automóviles, pero también es verdad que el muerto va en coche:


Para muertos peatonales, tenemos este otro modelo:


El arte siempre ha tenido mucho que ver con la muerte, por lo que no es de extrañar que muchos tanatorios decidan incluir algo de pintura o escultura en su iconografía. El tanatorio de Sevilla, estilo Mario Botta, puso un Miró como en el aeropuerto de Barcelona. Y de ahí, al cielo.


En este otro de Almendralejo, el arte está más en los logotipos:


Pero la tendencia a que la arquitectura se convierta en escultura se hace patente también en los tanatorios, como estos que aquí vemos en lugares tan distantes como Laredo o Mataró:



Dentro del muestrario escultórico, tenemos también la variante neoplasticista en un solo color, como este mismo tan concurrido:


o la minimalista japonesa satán es mi señor:


que en según qué casos puede conjurarse (el satanismo) con alguna cruz:


Tratándose de un trámite previo al entierro no podía faltar la tendencia arquitectónica a enterrar la propia arquitectura que tanto elogiamos en Cascotes (v cascotes 354). Este que vemos a continuación está en León:


En vez de cubrirlo con césped le han puesto encima agua, que es más poético, pero a la hora de dar luz a la cripta han optado por el viejo estilo courbasier.



La tendencia a respirar por arriba se ha utilizado a gran escala en el tanatorio de El Burgo de Ebro:


De modo que al caer la tarde, es la luz de la muerte la que ilumina el cielo.


Pocos han optado por la cubierta en M, quizás la mejor de todas para evocar a la Muerte, y menos con el estilazo y finura de este que invoca a Santa Bárbara, patrona de las tormentas:


Aunque para finura el de Cartagena, que también vale para Museo de Arte Contemporáneo:


En Viladecans tampoco han reparado en gastos y le han colgado una lámina de hormigón agujereado como si fuera un niemeyer:



Le pongo tres fotos que se las merece:


Fíjense en la diferencia entre morirse en Viladecans o hacerlo en Cómpeta (Málaga):


O que te lleven a este otro que mejor no saber ni donde está pero que tiene una esmerada jardinería:


El de Arnedo o el de Burlada, en plan cajas, tienen también su mensaje, aunque no queda claro si las cajas tienen que ser abiertas o cerradas.




Este de Alicante también tendrá su mensaje pero yo no lo pillo:


La macla de diversos materiales, volúmenes y colores es otra tendencia a considerar. Puede complementarse con jardinería antiaparcamiento:


Otra de las grandes opciones tipológicas para tanatorios está en el estilo pabellón Expo pues al fin y al cabo de una expo se trata. Sólo que del difunto... (ay, y de la arquitectura).


Ya que estamos a lo grande, vamos con el de Valencia que da más miedo que la propia muerte:


O el de Zaragoza, muy jrande y ojcuro también (a pesar de tanto cristal). Y es que esas columnas alzadas al cielo no presagian nada bueno.


Este de Oviedo ha separado circulaciones por niveles, como en los aeropuertos (lo mismo por el otro lado tiene una pista de aterrizaje):


En Madrid, sin embargo, se lo toman como un trámite administrativo. En versión M-30


o M-40.


Pero dejémonos de grandezas y volvamos a la sencillez con que deben de entenderse este tipo de trámites vitales. Sin ir más lejos, como coger un autobús al otro mundo:



...o comprar unos tablones de madera para el abuelito:


¿No estarán cansándoseme ustedes, verdad? Aún me quedan un ciento de bellezas, porque de eso se trata, de bellezas. Uno de los impulsos más decisivos que tuvo la arquitectura en sus orígenes fue el del culto a la muerte. Ahí tienen el dolmen. O la pirámide. Ante el misterio de la muerte, la claridad de la geometría. La belleza del orden. La eternidad de la arquitectura.




















Pero ya comprendo que ante la diversidad de formas y símbolos que la humanidad ha alcanzado en su  evolución y desarrollo, uno se canse de no encontrar modelo para el tanatorio de sus muertos, así que voy a despedir este chorizo de post con el aviso de que si por fuera la cosa es dura, por dentro, ah, ah, o sea, la llamada arquitectura de los interiores, es aún más dura. Heavy, heavy metal.










Y ahora en serio: ¿hay alguien en este país que se tome en serio el tema de la muerte?

¿Y el tema de la arquitectura...?