lunes, 24 de octubre de 2016

419. CENTRO DE INTERNAMIENTO DE EXTRANJEROS DE ALUCHE



El contador del blog echaba humo el jueves pasado. Mil cuatrocientas ocho visitas en un solo día a Cascotes. Me da que es un aviso. O una seria amenaza. De los mil cuatro cientos ocho visitantes no me escribió ni uno, y eso que esto es un blog personal. Seguramente me esté convirtiendo en una Academia de Arquitectura y sea ya momento de cerrar. O de darle una periodicidad mucho más anárquica, mucho más personal. A ver si alguien lo entiende.


Mientras eso pasaba con entradas tan inocentes como una en Logroño y otra en Singapur, yo me seguía enterando del modo más extraño de las fechorías de mis compañeros de profesión: un pequeño motín de inmigrantes ilegales resuelto con un chaparrón de lluvia enviado del cielo, me llevaba hasta el barrio de Aluche, Madrid, para visitar un lugar terrible: el gran triángulo semivacío de la antigua prisión de Carabanchel.


Construida en 1944 por presos de guerra, fue demolida justo al acabarse la era de la burbuja (bruja) inmobiliaria (2008) en medio de una de esas prolongadas polémicas sentimentales que tantas lágrimas de tinta les proporcionan a los medios sentimentales de comunicación (todos).


Tengo noticia de que intervino en ella hasta la máxima institución de la arquitectura de la capital de España, o sea, el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, y que de resultas de su defensa antiderribo, la cárcel se derribó:


También he podido saber que en la vértice (vórtice) noroeste del gran solar se edificó esta punta de helado con sirope y colorines sobre una peana gris que bien pudiera servir para el lanzamiento de cohetes espaciales en Cabo Cañaveral.


Unas curiosas casetas de picudos tejados albiazules (que al parecer son la marca de la casa porque en Barcelona han puesto unas iguales), y un amplio parking con vistas al solar que dejó la cárcel, dan frente al único resto que se dejó en pié de la célebre prisión de Carabanchel:


El lugar no puede ser más desolador. Sobrecogedor, diría:


Pero no nos alarmemos tanto, porque si horrorizados por el agujero urbano nos da por huir al barrio de Aluche, y en vez de irnos directamente al cementerio ubicado astutamente en el borde de la vieja prisión, nos internamos en la trama de viviendas que mis compañeros arquitectos diseñaron entre 1944 y el 2008 para los ciudadanos libres de Madrid, puede que al final acabemos pidiendo asilo en el Centro de Internamiento de Extranjeros:


Esto es Aluche. En el ángulo inferior izquierdo, el CEI con la policía y los inmigrantes. En el ordenado magma de la derecha (ordenado por alguna ley geométrica o urbanista que desconozco, pero ordenado por ordenación, no se piensen), los aluchenses. En la parte superior de la foto, el parque Arias Navarro (emotivos recuerdos los de su desencajado rostro en la televisión en blanco y negro anunciando en una noche del otoño no sé qué hecho luctuoso), y por encima de ese parque, más urbanismo aluchense (si no me falla la memoria, entre el aurignacense y el solutrense):



Como entre los bloques neolíticos creí ver una escuela bajé para verla y me encontré con un revival arquitectónico de la cárcel de Carabanchel (por si los niños pudieran venir con vocación de arquitectos):


De inmediato huí al bosque Arias Navarro donde tampoco encontré mucha paz. En un claro del mismo me encontré con esta fina pieza de arquitectura high tech, que por ser tan fina está rodeada de unas vallas tan infranqueables como las de una cárcel (se ve que son expertos en la zona):


Un poco más arriba, en los límites septentrionales del parque descubrí otra pieza de la era aluchense que quizás sirvió de inspiración para el cucurucho de helado del Centro de Internamiento de Extranjeros. Los estudiantes de historia del Arte tienen ahí tema:


Como ustedes comprenderán, ya no pude más. A estas alturas del paseo por el Aluche libre decidí hacerme extranjero y volver pal CEI.


Pero mira por donde que en vez de bajar desde el aire se me ocurrió ir por la acera, y aún tuve tiempo de arrepentirme al ver la innovación tecnológica que en materia de ventanas habían inventado mientras tanto mis compañeros arquitectos. Unas curiosas ventanas para ver y no ver a la vez, y poder echar aguas por los entrepaños.


Las nubes no amenazaban aún la lluvia que acabaría con el pequeño motín y los amotinados eran tan pocos que en tan grandes terrazas no se les veía. Paralizado como estaba cerré los ojos y me vinieron al recuerdo otras imágenes de mi vida:


Ondiá, ¡las viviendas de la M-30 de Saenz de Oíza!


Sí hombre, esas que las llaman "el ruedo":


Cualquier día de estos me detienen por escribir Cascotes y se quedan ustedes sin su lectura favorita. Blogger mantendrá abierto el blog por unos meses, quizás unos pocos años, y luego se hará añicos como la propia cárcel de Carabanchel (con ayuda del COAM si es necesario). Para entonces en España, todos seremos ya extranjeros. Y el CEI, nuestro hogar. Y del CEI al cielo, porque esa base gris con aspecto de lanzadera y esa punta del cohete espacial son sin lugar a dudas, el anuncio de una nueva arquitectura. Y Cascotes, su Academia.